31 ago 2009
a little brown dog
Él me llevó a lugares a los que nunca había ido. Siempre llevándome de la mano.
Cuando le rogué que me mostrara su hogar, el accedió enseguida. Me mostró su cocina, su living, el pasillo; pero no llegó a las habitaciones ni al baño, porque no quería dar una impresión errónea. Me enseñó a sus dos perritos; el más pequeño era un poco blanco y el más grande era un poco café. Éste último era especialmente lindo, pues tenía su naricita rosada; me encariñé especialmente con él, hasta el fin.
Cuando terminamos todo -nosotros- las cosas y las situaciones todas se volvieron pequeñas y frágiles; tanto así que podía pisarlas sin hacerme ningún daño en los pies; la cocina, el living, la casa entera la pisé. Sólo quedaron ambos perros que se fueron haciendo grandes y más grandes.
Con todo el amor que les tenía, me acerqué a acariciar a mi preferido con mi diminuta mano que era la mitad de su naricita rosada, pero contra mis planes, me devoró cruelmente y alcancé a ver que el gran perrito blanco sonreía maliciosamente.
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